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Viaje a través de sentimientos, palabras y colores

Está estudiado que los colores no solo alimentan nuestra percepción visual del entorno en el que nos movemos, sino también todo nuestro cuerpo y el comportamiento que tenemos en relación a determinados colores que visualizamos. No quiero entrar, con este breve ensayo, en un campo científico que no domino, aunque es bien sabido que los colores brillantes de la mañana favorecen un estado de vigilia y los de la noche, oscuros y menos intensos, favorecen el sueño, ralentizando los latidos del corazón e intensificando la relajación.

El efecto curativo de los colores, llamado cromoterapia, es una técnica milenaria que se remonta a los egipcios y que poco a poco se está utilizando para potenciar los efectos de otras técnicas con el fin de mejorar la salud física y emocional de las personas. De hecho, en ocasiones, a través de la mera proyección de un color en la pared de una habitación, o en una parte del cuerpo, se producen estímulos, reacciones que conducen a una mejora en el estado psicofísico de las personas. Otras veces actúa en simbiosis con la aromaterapia, dando vida a las llamadas “cromo-esencias” que se utilizan para mantener la mente y el cuerpo en un ambiente equilibrado y de bienestar.

Toda la vida del hombre está acompañada de colores, desde que nacemos hasta que morimos. No olvidemos el blanco materno, el que contiene todos los colores del espectro electromagnético, pródigo de brillo y resplandor, símbolo de esa energía vital que solo una madre puede transmitir. No olvidemos los moños azules o rosas que se ponen en las puertas de las casas para celebrar una nueva llegada a casa, según sea niño o niña; o incluso el blanco, símbolo de pureza utilizado, en la tradición católica cristiana, para las vestimentas bautismales y de comunión o incluso por la novia el día de su boda. No olvidemos el lenguaje de las flores, que se asocia a otro lenguaje, el relativo a su color (por ejemplo, rosas rojas que simbolizan la pasión, rosas para la amistad, o rosas amarillas los celos). Pero no hay que olvidarse que el color de la muerte es el negro, que es la ausencia de todos los colores, solo para indicar, simbólicamente, el fin de la vida, de la creatividad, el fin del tiempo que dura nuestro viaje por la tierra. 

Los colores sacan a relucir un lenguaje propio en nuestro inconsciente. De hecho, ¿cuántas veces para indicar que estamos enojados usamos expresiones en las que se hace una referencia directa a los colores? “Estoy negro” – “estoy verde de ira”, o cuando no estamos en uno de los mejores momentos de nuestra vida “Estoy atravesando un período gris” …

En el campo artístico, el color adquiere un significado global, y también en la literatura se le han atribuido diversos significados, tanto en relación con los estados de ánimo de los protagonistas de los relatos, como en relación con la clasificación de los géneros literarios: un libro rosa es un libro que tiene una connotación en el tipo de escritura que resulta ser femenino (por supuesto que también puede ser escrito por hombres y leído por hombres), así como un libro “noir” (negro) es esencialmente un libro invadido por situaciones oscuras y misteriosas.

Los escritores suelen utilizar el color para describir estados de ánimo, emociones, recuerdos, para crear un vínculo entre los sentidos, para desarrollar conexiones entre lo que es realidad y lo que es fantasía, para componer metáforas capaces de despertar una relación directa entre la imagen que se describe y la sensación que se siente al leerla. Por ejemplo, casi todos los cuentos de hadas para niños van acompañados de muchas metáforas cromáticas: en “Blancanieves y los siete enanitos” de los hermanos Grimm, son evidentes desde el principio del cuento la pureza de la niña y su suave piel blanca que recordaba a la nieve, de ahí su nombre Blancanieves, que significa “blanca como la nieve”. Todos los que conocemos este cuento sabemos que el nombre de la niña protagonista nació del deseo de la madre que, mientras cosía, pinchándose el dedo con una aguja y observando su sangre que fluía en la tierra nevada, dijo:” Me gustaría tener a una niña tan blanca como la nieve, con las mejillas rojas como la sangre y el pelo negro como el ébano”. Los tres colores que caracterizan el cuento de hadas son irrefutables: blanco, rojo y negro. Estos son los colores que caracterizan la esencia de Blancanieves : blanco como la nieve (el blanco simboliza la pureza), con las mejillas y los labios rojos (el rojo simboliza la sangre, la vida, pero también el deseo), el cabello negro como el ébano (el negro simboliza la muerte, el sueño – después de cada sueño hay un renacimiento, un triunfo de la vida sobre la muerte – y el ébano que, por otro lado, representa fuerza, resistencia). No olvidemos que el pecado, la sangre también en este caso, como sucede en el texto sagrado judeo-cristiana de Adán y Eva, es una hermosa y brillante manzana roja.

Los colores describen el mundo, son una presencia constante en el Universo y por eso hay muchos ejemplos en la literatura, no solo infantil, a los que podemos hacer referencia. El tema del color, por ejemplo, también se puede encontrar en uno de los libros que, por su genialidad y originalidad, se considera una obra maestra de la literatura de todos los tiempos: “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde.

Como bien se evoca en el título, se trata de un cuadro cuyos colores se desvanecen con el paso del tiempo, cambiando el aspecto del cuadro y, al mismo tiempo, los rasgos del hombre retratado en él, Dorian Gray. Una simbología que va mucho más allá de la de los colores y que no se centra en ella. No es el análisis de la novela lo que nos interesa ahora, sino el hecho de que dentro de la novela, el elemento color, latente e implícito, está presente en varias escenas. Por ejemplo, en el capítulo octavo, podemos ver cómo Dorian, después de observar el retrato, se dio cuenta de que había sufrido cambios como si hubiera “una sutil afinidad entre los átomos químicos que habían tomado forma y color en el lienzo y el alma que estaba en él. ¿Podría ser que los colores se dieran cuenta de lo que pensaba el alma, y que hicieron realidad lo que soñaban? “. Los valores simbólicos y expresivos del color (aquí indefinidos y genéricos) están relacionados con la necesidad de una descripción del alma del protagonista, de ese sentimiento de desconcierto que él mismo experimenta al observar el cambio de su retrato en el lienzo

Y, nuevamente, Lord Henry Wotton, un amigo de Dorian Gray, en una conversación con él, le dijo que algunas mujeres se consolaban recurriendo a colores sentimentales: “Nunca confíes en una mujer que usa un vestido malva, tenga la edad que tenga, o de una mujer de treinta y cinco años que se enamora de las cintas rosas. Significa que ambas tienen una historia”. En estos casos está claro cómo, para Wilde, los colores juegan un papel importante en la caracterización de la imagen de algunas mujeres en la época victoriana.

Podemos ver cómo para el escritor irlandés en “El retrato de Dorian Gray” los colores casi nunca constituyen un renacimiento (lo vimos en el ejemplo de la fábula de los hermanos Grimm antes mencionada), y pueden “desvanecerse en las cosas, con cansancio”. Es el concepto de sombra, la que quita los colores, dando a las cosas, y por lo tanto también al alma humana, una connotación negativa (Cap. VIII).

Es evidente que el simbolismo de los colores en la literatura no es utilizado por los escritores solo como una prerrogativa de las personalidades de los protagonistas, sino que también se utiliza para informar al lector de que hay una determinada escena que se desarrolla en el parque, en casa, en la oficina o en otro lugar, precisamente a través de la descripción del entorno que rodea a los protagonistas, de las luces y colores que forman parte de él. De esta manera, un escritor puede crear vínculos empáticos más fuertes con el lector que está leyendo su obra, dotándolo de una experiencia que lo enriquecerá no solo cognitivamente, sino también y sobre todo humanamente.

No solo en la ficción o en los ensayos se puede caracterizar la experiencia literaria a través de los colores; la poesía, a su vez, también ha sido muy sensible a este tema. Entre los diversos poetas que han hecho uso del cromatismo literario, podemos incluir a nuestra Alda Merini con algunos de sus poemas “Colores” (S’io riposo, nel lento divenire/deglio occhi, mi soffermo/all’accesso beato dei colori; – Ed è per il colore cui mi dono/s’io mi ricordo a tratti del mio aspetto/e quindi del mio limite-   S’io reposo, en el lento devenir / de los ojos, me detengo / en el acceso dichoso de los colores; – Y es por el color que me doy / si a veces recuerdo mi apariencia / y por tanto de mi límite) y “Paisaje de colores” (Io gioco coi colori inesistenti/ma quando sogno/è tutto grigio sfocato. – Il colore inganna e ci colma –  juego con colores inexistentes / pero cuando sueño / es todo gris borroso – el color nos engaña y nos llena) que con versos sencillos consigue plasmar una composición dibujada en el lienzo de nuestras emociones. García Lorca, dramaturgo y poeta, es considerado el poeta de los colores, concibiendo sus poemas como auténticas pinturas, sorpresas de colores llameantes con las que desahogaba sus tormentos, sus deseos. No podemos hablar de un artista plástico en la literatura, pero muchos críticos lo comparan con un verdadero artista visual, productor de esos sentimientos cromáticos que muchas veces solo se pueden provocar con tinte y pincel. Lo hace con la palabra: no olvidemos la obra de teatro “El maleficio de la Mariposa” (Il maleficio della fasrfalla) que muere ahogándose en el tintero.

Podríamos seguir indefinidamente en este viaje a la literatura de los colores, no faltan las ideas.

*Elisabetta Bagli, poetessa, scrittrice