Colibríes Cubanos sobre el cielo de Miami
Retomo nuevamente la libertad del vuelo de más de 80 colibríes cubanos sobre el cielo de Miami, ahora desde el “Cuartel General de la Editorial Primigenios”, donde fui invita por el amigo, poeta y director de dicha editorial, Eduardo René Casanova Ealo, a presentar esta recopilación de Poesía Cubana Contemporánea por el Mundo.
Cuando hace casi un año la poeta y amiga Gerda García Hernández, nacida en la Isla y residente en Italia desde hace varios estaciones me convocó a este proyecto, soñamos con hacer volar los versos cubanos por el mundo. Sueño que el 25 de Mayo del 2024 pasadas las seis de la tarde se hizo realidad en la 16 235 SW 95 st, Miami. Fl, 33196 donde tuvo lugar la peña mensual “Tinta Verde” que cada mes Eduardo organiza en su casa y sede de la Editorial.
Tarde mágica que fue bendecida al inicio y al cierre por una fina llovizna que desde mi fe digo: fue la Bendición de Dios y mis santos. Tarde cubana y Martiana pues se honró al más grande de todos los cubanos en el 195 Aniversario de su caída en combate en Dos Ríos el 19 de Mayo de 1895. Tarde donde además tuve el abrazo de amigos poetas que solo conocía por las redes y que están incluidos en el libro: Franky DeVarona Hidalgo, Sergio Oel Martínez Romero y Blanca Caballero Pacheco. Tarde de lágrimas que trajo amigos de más de quince años de ausencia y que me hizo vivir en carne propia el inolvidable abrazo de Diego y David en el filme “Fresa y Chocolate” de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; ver al exbailarín y coreógrafo Carlos Amoro, ahora fotógrafo y al trovador y trovador Yaffat Bernia, fue recordar los mejores años felices de una juventud llena de sueños y de utopías.
Y como las utopías y los poetas van de la mano desde que el mundo es mundo, sin lugar a dudas “Colibríes sobre mares” más que una recopilación de diferentes poéticas y estilos, es un encuentro entre cubanos, residan hoy o no en Cuba. Es por eso que el lector encontrará autores que por vez primera tienen un texto publicado y otros ya reconocidos. No es un libro de famosos, es un libro de hombres y mujeres que viven lo mismo en Canadá que en Los Palos en Nueva Paz, Mayabeque. Con ilustración de portada de Oslier Pérez Miralles, prólogo de Dimarys Águila García y diseño, ilustraciones interiores y edición de Casona Ealo los Colibríes alzaron vuelo buscando alegría, sanación, liberando toda la energía negativa que pueda existir entre cielo y mar, trayendo esa Isla llamada Cuba que a TODOS nos habita y late dentro.
Hay días
Hay días en que casi nada importa
ni siquiera cuando vienen en forma de tempestad
y cargan con ella el desahucio del invierno.
Hay días en que el aire cruje
entre los árboles como un presagio
llevándose las hojas
los misterios y el asombro.
Hay días en que debemos dejar todo
hasta que sucedan los intentos
tocar algún lugar dentro de nosotros mismos
guardar las escaseces en los colores del aire.
Hay días en que las horas son redondas
y pasan involuntariamente
en un levante que nadie espera
a nadie importa.
Y el tiempo se transforma
en una tinta derretida
en el bosquejo de los cuerpos.
Y nos convertimos en frontera
en una isla dentro de otra isla
en concéntricos submundos.
Hay días en que la vida nos parece
un momentáneo juego
una incógnita entre reglas que ignoramos
hasta el final de la partida.
Franky DeVarona Hidalgo
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El peso de mi isla
— A Dulce María Loynaz —
Solo existe un lugar que me convence, entre tantos que habitan, dispersos, distinguiendo el aliento de Dios; regalando su gracia de sonoros atuendos, y completa mirada, por los días de la tierra.
Solo uno, envuelto en mar reminiscente, sirviéndole de base; con brazos y piernas de sal, y un viento de instantes, que explican sin titubear, todas sus estaciones. Alguna fuga locuaz, empuja a veces su cuerpo de mujer, obligándola a despojarse de fuerzas; y el resto, es un obsequio pomposo palpitante de caminos; colgándose al tiempo.
Yo pude mirarme en partes de su espejo, y conjugar sus historias cotidianas, tan sencillas que toda su humildad cabe en mi pecho. Y quise levantarla, cuando mordieron sus campos, y los entregaron sutilmente al desierto; cuando la obscuridad salvaje floreció, punzando cada rincón de las ciudades, como la noche negra, como la luz en sangre…
Pero debajo de cada huella ciega, solo fui levantando las cenizas de mi propia conservación. Y han dolido todas las heridas bíblicas, desde entonces. Como buitres, la picotean viva. Como bestias, desfilan los espacios intermedios. Como ruinas, se agitan demasiadas hendiduras por el cuerpo, recargando su desnudez…
Yo no pude traerla conmigo, cuando me desvié, inconforme, de su marcha; cuando hice resistencia, a ceñirme en su tristeza oculta. Muchas nieblas caminé, contando interrogantes, y recogiendo preguntas sostenidas, que me instalaron en el destino abierto al exilio.
Yo pude ignorar las ausencias que vi, lejos de todo; puedo mirarla en otra lengua, en otra imagen endurecida que enseñan, pero nunca he podido desviar su atención…
Guardada está en mis ojos. Con la apariencia insaciable de la raíz dispersa, enmarcada en mis palabras. Como un pájaro sin alas, con muchos nidos en mi sangre; como los sueños de agua, brotando en mis deseos, hasta la caricia lejana, donde se quedó acumulada toda mi gracia, como campanas, imprimiendo el por qué debí quedarme, y correr su misma suerte…
Sólo yo conozco de la espera insistente; de su ser, como un eje; de mis instantes débiles, cada vez que la pienso. Todo el peso de mi isla está en mis ojos; en el mar que miro siempre, el mar del sur, con muchos ojos agazapados, apuntando al norte. Están mis pies, pegados a su tierra apretada; al verde retenido en mi memoria; siguiendo la ruta del sol; mirando su mismo sol, sin escatimar en pensamientos, para no ver la nieve…
Y descubro que me atrapa, por todos los rincones. Entonces, mi placer es su destino. Como el último punto, al que atribuyo mi caudal; Como la casa, que me recuerda el amor que somos; y como la voz que me sostiene sobre el agua, en el infinito y eterno mar de mis nostalgias…
Sergio Oel Martínez Romero
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Planes sin sentido
Para cuando vuelva
dejaré la puerta abierta
y un cigarro encendido sobre la mesa.
Pondré flores en el agua, para que no marchiten,
y colocaré el libro viejo, el de la tapa rota,
en el lugar de siempre.
Para cuando vuelva
mantendré las ilusiones,
repasaré a los rincones del barrio,
recorreré en silencio la casa,
y me detendré en el cuarto,
el de la grieta grande.
Para cuando vuelva
acumularé recuerdos,
y descalza, vestida de blanco,
iré al camposanto;
y caminaré con el pelo al viento
y la mirada al frente.
Me desvestiré con calma,
y así, desnuda, me acostaré dichosa
sobre la tierra blanda.
Blanca Caballero Pacheco
*Yuray Tolentino Hevia, poetessa